A los 10 años, piensas que el mundo es tú casa, tus padres, tú escuela, tus amigos. No hay nada peligroso, eres invencible y tu eres el centro del universo. Lo más triste que puede pasar es perder tu juguete favorito, lo más alegre un abrazo de mamá. El drama es con las boletas y la escuela, y eres feliz con un solo peluche y viendo caricaturas en la tarde.
A los 20, el mundo se vuelve un monstruo que intenta devorarte, quitándote parte de ti a través de criticas. Caminar sola en una calle es un intento casi suicida, miles de pervertidos al acecho queriendo las curvas que la adolescencia te dejó y aún no terminas de aceptar. Ya has pensado en quitarte la vida al menos una vez, tal vez consideras que es tiempo de volverte lesbiana, todo por un hombre. La presión aumenta, debes ser lo que otros quieren y hacerlo al nivel que otros quieren. Estas rodeada de dramas, tienes 100 bolsas y aún no eres feliz, dejas de hablar sola o escribir en tu diario, y pasas las tardes melancólica, viendo películas románticas y esperando "al príncipe azul".
A los 30... el mundo comienza a hacerte los mandados, las reglas y el control las tienes tú. Hay cosas por las cuales asustarse, cosas para preocuparse y ocuparse, pero empiezas a entender que eso es parte de la vida, que los dramas son inventos, que nada es demasiado importante para quitarte el sueño, que todo se puede resolver, que no necesitas superheroes ni príncipes azules. A los 30, la vida apenas comienza.
Feb 5, 1982; 10:29
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