Nunca me había percatado de que este lugar es mi zona de confort de la casa. Es en ese templo de nutrición donde mi mente puede vagar libremente perdiendose entre los distintos ingredientes que se encuentran en la alacena. Los olores de los alimentos cocinandose, el calor de la estufa y el horno. El tacto del jabón para los trastes, el sonido y el tacto del agua corriendo. El sonido de la olla express funcionando. Las burbujas del caldo cuando revientan. El silbato de la tetera. La textura de las verduras, las frutas y la carne. Los colores de la flama.
Entre todo eso, se abre para mi un universo paralelo, donde mi mente vaga, sin equivocarse una sola vez, con suma precisión, cortando, midiendo, mezclando. Cada pizca, cada corte tiene una parte de mi verdadero ser. Me encanta experimentar con los sabores y aprender nuevos trucos. Recetarios, programas de cocina y mi propia imaginación.
Recientemente me plantee el porque la cocina significa tanto para mi, porque es mi refugio. No paso mucho tiempo antes de que recordara en mi niñez a mi tía Paty. Cuando estabamos la tropa de primos en casa de mis abuelitos, lo mejor que podía hacer mi tía, era ponernos a hacer pasteles y galletas. Medir, mezclar, reirnos... La repostería es pues una forma de unión para mi.
Tiempo después, durante mi adolescencia, la escena se repetía parcialmente. Ahora era yo sola en casa de los abuelos. Mi tía ahora tenía que mantenerme ocupada, no para mantenerme tranquila, pero para que dejará de ver la tele. Entonces me ponía a limpiar chicharos, ejotes, frijoles y lentejas. A picar cebolla, zanahoria, jitomate, chayote, calabacitas y queso. A lavar arroz, remojar legumbres, desinfectar lechuga y poner la mesa. Muchas de esas cosas ya las sabía hacer. Mi mamá me mantenía quieta limpiando frijoles, lo cual segun ella, es un excelente método para enseñar a contar, sumar, restar, multiplicar y hasta dividir.
En otro verano aprendi con mi tío Ramiro a preparar camarones. Limpiarlos y cocinarlos. Con mi mamá, aprendí a preparar cajeta, jamoncillo, garapiñados y mermeladas. Alguna vez preparo encurtidos, pero no le aprendí mucho. Ahora, que ya soy adulta, de personas ajenas a mi familia he recibido multiples halagos por mis platillos. Qué el arroz me queda muy bien (en las tres variantes en las que lo preparo), qué mi caldo de pollo es excelente... etc.
Pues ya saben mi secreto, la cocina es para mi, el corazón de la casa, el lugar donde el afecto que una persona siente hacia los demas participantes de la comida. Un lugar para convivir y compartir, donde el único deseo presente es que los que quiero, reciban a través de la comida, todo el amor, y la fuerza que requieren para ir por la vida. Tal vez es por eso que Tita es una de mis heroínas favoritas.
Bendiciones,
Entre todo eso, se abre para mi un universo paralelo, donde mi mente vaga, sin equivocarse una sola vez, con suma precisión, cortando, midiendo, mezclando. Cada pizca, cada corte tiene una parte de mi verdadero ser. Me encanta experimentar con los sabores y aprender nuevos trucos. Recetarios, programas de cocina y mi propia imaginación.
Recientemente me plantee el porque la cocina significa tanto para mi, porque es mi refugio. No paso mucho tiempo antes de que recordara en mi niñez a mi tía Paty. Cuando estabamos la tropa de primos en casa de mis abuelitos, lo mejor que podía hacer mi tía, era ponernos a hacer pasteles y galletas. Medir, mezclar, reirnos... La repostería es pues una forma de unión para mi.
Tiempo después, durante mi adolescencia, la escena se repetía parcialmente. Ahora era yo sola en casa de los abuelos. Mi tía ahora tenía que mantenerme ocupada, no para mantenerme tranquila, pero para que dejará de ver la tele. Entonces me ponía a limpiar chicharos, ejotes, frijoles y lentejas. A picar cebolla, zanahoria, jitomate, chayote, calabacitas y queso. A lavar arroz, remojar legumbres, desinfectar lechuga y poner la mesa. Muchas de esas cosas ya las sabía hacer. Mi mamá me mantenía quieta limpiando frijoles, lo cual segun ella, es un excelente método para enseñar a contar, sumar, restar, multiplicar y hasta dividir.
En otro verano aprendi con mi tío Ramiro a preparar camarones. Limpiarlos y cocinarlos. Con mi mamá, aprendí a preparar cajeta, jamoncillo, garapiñados y mermeladas. Alguna vez preparo encurtidos, pero no le aprendí mucho. Ahora, que ya soy adulta, de personas ajenas a mi familia he recibido multiples halagos por mis platillos. Qué el arroz me queda muy bien (en las tres variantes en las que lo preparo), qué mi caldo de pollo es excelente... etc.
Pues ya saben mi secreto, la cocina es para mi, el corazón de la casa, el lugar donde el afecto que una persona siente hacia los demas participantes de la comida. Un lugar para convivir y compartir, donde el único deseo presente es que los que quiero, reciban a través de la comida, todo el amor, y la fuerza que requieren para ir por la vida. Tal vez es por eso que Tita es una de mis heroínas favoritas.
Bendiciones,
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